El Ministerio de Curación 7

El Conocimiento Esencial

35 - El Verdadero Conocimiento de Dios

36 - Peligro que Entraña el Conocimiento Especulativo

37 - Lo Falso y lo Verdadero en la Educación

38 - Importancia del Verdadero Conocimiento

39 - El Conocimiento Comunicado por la Palabra de Dios

El Verdadero Conocimiento de Dios

"Nos son dadas todas las cosas mediante

el conocimiento de Él."

Así como sucedió con nuestro Salvador, estamos en este mundo para servir a Dios. Estamos aquí para asemejarnos a Dios en carácter, y manifestarle al mundo por medio de una vida de servicio. Para ser colaboradores con Dios, a fin de asemejarnos a él y revelar su carácter, debemos conocerle tal como es, tal como él mismo se revela.

El conocimiento de Dios es el fundamento de toda verdadera educación y de todo servicio verdadero. Es la única salvaguardia contra la tentación. Es también lo único que puede hacernos semejantes a Dios en carácter. Tal es el conocimiento que necesitan cuantos trabajan por el levantamiento de sus semejantes. La transformación del carácter, la pureza de vida, la eficacia en el servicio, la adhesión a los principios verdaderos, todo ésto depende del verdadero conocimiento de Dios. Este conocimiento es la preparación esencial para esta vida y para la venidera.

Es la Base de Nuestra Salvación

"El conocimiento del Santísimo es la inteligencia." (Proverbios 9: 10, V.M.)

Mediante el conocimiento de él nos son dadas "todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad." (2 S. Pedro 1:3.)

"Ésta empero es la vida eterna -dijo Jesús:- que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado." (S. Juan 17:3.)

"Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en ésto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová." (Jeremías 9:23,24.)

Necesitamos estudiar las revelaciones que de sí mismo nos dio Dios.

"Amístate ahora con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. Toma ahora la ley de su boca, y pon sus palabras en tu corazón . . Y el Todopoderoso será tu defensa . . Porque entonces te deleitarás en el Omnipotente, y alzarás a Dios tu rostro. Orarás a él, y él te oirá; y tú pagarás tus votos. Determinarás asimismo una cosa, y serte ha firme; y sobre tus caminos resplandecerá luz. Cuando fueren abatidos, dirás tú: Ensalzamiento habrá: y Dios salvará al humilde de ojos." (Job 22:21-29.)

Dios Revelado A Través de la Naturaleza

"Porque las cosas invisibles de él, su eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas." (Romanos 1:20.)

Las cosas de la naturaleza que ahora contemplamos nos dan apenas un débil concepto de la gloria del Edén. El pecado afeó la belleza de la tierra, y por doquiera pueden verse los estragos del mal. No obstante, queda aún mucha hermosura. La naturaleza atestigua que un Ser infinito en poder, grande en bondad, misericordia y amor, creó la tierra y la llenó de vida y de alegría. Aunque ajadas, todas las cosas manifiestan la obra de la mano del gran Artista y Maestro. Por doquiera que nos volvamos, podemos oír la voz de Dios, y ver pruebas evidentes de su bondad.

Desde el solemne retumbar del trueno y el bramido incesante del viejo océano, hasta los alegres cantos que hacen de las selvas un concierto de melodías, las miríadas de voces de la naturaleza entonan las alabanzas de Dios. Contemplamos su gloria en la tierra, en el mar y en el firmamento, con sus maravillosos tintes y colores, que varían en grandioso contraste o se armonizan unos con otros. Los perennes collados nos hablan de su poder. Los árboles que hacen ondear sus verdes banderas bajo los rayos del sol, y las flores en su delicada belleza, nos señalan al Creador. El vivo verdor que alfombra la tierra nos habla del solícito cuidado de Dios por sus más humildes criaturas. Las cavernas del mar y las profundidades de la tierra revelan sus tesoros. El que puso las perlas en el océano y la amatista y el crisólito entre las rocas, ama lo bello. El sol que sale en el horizonte es representante de Aquel que es vida y luz de todo lo que hizo. Todo el brillo y la belleza que adornan la tierra e iluminan los cielos, hablan de Dios.

"Su gloria cubrió los cielos." "La tierra está llena de tus beneficios."

"El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría. No hay dicho, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su hilo, y al cabo del mundo sus palabras." (Habacuc 3:3; Salmos 104:24; 19:2-4.)

Todas las cosas hablan de su tierno cuidado paternal y de su deseo de hacer felices a sus hijos.

Un Dios Personal

El gran poder que obra en toda la naturaleza y sostiene todas las cosas no es, como muchos hombres de ciencia lo representan, un mero principio que todo lo penetra, una energía siempre activa. Dios es Espíritu; y sin embargo es un ser personal, pues así se ha revelado.

"Mas Jehová Dios es la verdad: él es Dios vivo y Rey eterno: . . Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, perezcan de la tierra y de debajo de estos cielos."

"No es como ellos la suerte de Jacob: porque él es el Hacedor de todo." "El que hizo la tierra con su potencia, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su prudencia." (Jeremías 10:10, 11, 16, 12.)

La Naturaleza no es Dios

La obra de la mano de Dios en la naturaleza no es Dios mismo en la naturaleza. Las cosas de la naturaleza son expresión del carácter y poder de Dios; pero no debemos considerar que la naturaleza sea Dios. La destreza artística de los seres humanos produce obras muy hermosas por cierto, que deleitan nuestros ojos y nos revelan algo del pensamiento de su autor; pero las cosas hechas no son el que las hizo. No es la obra, sino el artífice, el que es considerado digno de honor. Así también, aunque la naturaleza es expresión del pensamiento de Dios, no debemos ensalzar a la naturaleza, sino al Dios de la naturaleza.

"Adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová." "Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. Suya también la mar, pues él la hizo; y sus manos formaron la seca." (Salmo 95:6; 95:4-5.)

"Miren al que hace el Arcturo y el Orión, y las tinieblas vuelve en mañana, y hace oscurecer el día en noche." "El que forma los montes, y cría el viento,y denuncia al hombre su pensamiento, . . él edificó en el cielo sus gradas, y ha establecido su expansión sobre la tierra: él llama las aguas de la mar, y sobre la haz de la tierra las derrama: Jehová es su nombre." (Amós 5:8; 4:13; 9:6.)

La Creación de la Tierra

La ciencia no puede explicar la creación. ¿Qué ciencia puede explicar el misterio de la vida?

"Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía."(Hebreos 11:3.)

"Yo: que formo la luz y crío las tinieblas, . . yo Jehová que hago todo ésto, . . yo hice la tierra, y crié sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé." "En llamándolos yo, aparecieron juntamente." (Isaías 45: 6-12; 48:13.)

La Creación del Hombre

En la creación de la tierra, nada debió Dios a la materia preexistente. "Él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió." (Salmo 33:9.) Todas las cosas, materiales o espirituales, surgieron ante el Señor Jehová cuando él habló, y fueron creadas para su propio designio. Los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, surgieron a la existencia por el aliento de su boca.

En la creación del hombre resulta manifiesta la intervención de un Dios personal. Cuando Dios hubo hecho al hombre a su imagen, el cuerpo humano quedó perfecto en su forma y organización, pero estaba aún sin vida. Después, el Dios personal y existente de por sí, infundió en aquella forma el soplo de vida, y el hombre vino a ser criatura viva e inteligente. Todas las partes del organismo humano fueron puestas en acción. El corazón, las arterias, las venas, la lengua, las manos, los pies, los sentidos, las facultades del espíritu, todo ello empezó a funcionar, y todo quedó sometido a una ley. El hombre fue hecho alma viviente. Por medio de Cristo el Verbo, el Dios personal creó al hombre, y lo dotó de inteligencia y de facultades.

Nuestra substancia no le era oculta cuando fuimos hechos en el misterio; sus ojos vieron nuestra substancia por imperfecta que fuera, y en su libro todos nuestros miembros estaban anotados, aun cuando ninguno de ellos existiera todavía.

Sobre todos los órdenes inferiores de los seres, Dios dispuso que el hombre, corona de su creación, expresara el pensamiento divino y revelara la gloria de Dios. Pero no por ello tiene el hombre que enaltecerse como Dios.

"Cantad alegres a Dios . . Servid a Jehová con alegría; venid ante su acatamiento con regocijo. Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con reconocimiento, por sus atrios con alabanza: alabadle, bendecid su nombre." "Ensalzad a Jehová nuestro Dios, y encorvaos al monte de su santidad;porque Jehová nuestro Dios es santo." (Salmos 100:1-4; 99:9.)

Las Leyes de la Naturaleza, Siervos de Dios

Continuamente Dios sostiene y emplea como ministros suyos las cosas que hizo. Obra por medio de las leyes de la naturaleza, que le sirven de instrumento, pero no actúan automáticamente. La naturaleza atestigua la presencia inteligente y la intervención activa de un Ser que obra en todo según su voluntad.

"Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. Por generación y generación es tu verdad: tú afirmaste la tierra, y persevera. Por tu ordenación perseveran hasta hoy las cosas creadas; porque todas ellas te sirven." "Todo lo que quiso Jehová, ha hecho en los cielos y en la tierra, en las mares y en todos los abismos." "Él mandó y fueron criadas. Y las hizo ser para siempre por los siglos; púsoles ley que no será quebrantada." (Salmos 119:89-91; 135:6; 48:5-6.)

No es por medio de una fuerza inherente como año tras año la tierra suministra sus dones y sigue su marcha alrededor del sol. La mano del Infinito obra perpetuamente para guiar el planeta. El poder de Dios, en constante ejercicio, hace que la tierra conserve su posición en su rotación. Es Dios quien dispone que el sol salga y se levante en los cielos. Es Dios quien abre las ventanas de los cielos y da la lluvia.

"Él da la nieve como lana, derrama la escarcha como ceniza." "A su voz se da muchedumbre de aguas en el cielo, y hace subir las nubes de lo postrero de la tierra; hace los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos."(Salmo 147:16; Jeremías 10:13.)

Por el poder de Dios medra la vegetación, despunta la hoja, se abre la flor, cuaja y se desarrolla la fruta.

El mecanismo del cuerpo humano no puede ser comprendido por completo; presenta misterios que confunden a los más inteligentes. No es por efecto de un mecanismo que, una vez puesto en movimiento prosigue su acción, como late el pulso y una respiración sigue a la otra. En Dios vivimos, nos movemos y somos. El corazón que palpita, el pulso que late, cada nervio y músculo del organismo vivo, se mantienen en orden y actividad por el poder de un Dios siempre presente.

Su Atención Providencial

La Biblia nos muestra a Dios en su alto y santo puesto, no en estado de inacción, no en el silencio y la soledad, sino rodeado de millares de millares y millones de millones de seres santos, siempre a la espera de sus órdenes. Por medio de estos mensajeros permanece Dios en comunicación activa con todas las partes de su dominio. Por medio de su Espíritu está presente en todas partes. Mediante su Espíritu y sus ángeles atiende y cuida a los hijos de los hombres.

Por encima de las confusiones de la tierra Dios está en su trono; todas las cosas están abiertas a su divina mirada; y desde su grande y serena eternidad ordena lo que su providencia considera mejor.

"El hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es ordenar sus pasos." "Fíate de Jehová de todo tu corazón, . . reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas." "El ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia; para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en el hambre." "¡Cuán ilustre, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas." "Bienaventurado aquel en cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza es en Jehová su Dios." "De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra." Tú amas "justicia y juicio." Tú eres "esperanza de todos los términos de la tierra, y de los más remotos confines de la mar. Tú, el que afirma los montes con su potencia, ceñido de valentía: el que amansa el estruendo de los mares, . . y el alboroto de las gentes . . Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde, . . Tú coronas el año de tus bienes; Y tus nubes destilan grosura." "Sostiene Jehová a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos. Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das su contada en su tiempo. Abres tu mano, y colmas de bendición a todo viviente." (Jeremías 10:23; Proverbios 3:5, 6; Salmos 33:18, 19; 36:7; 146:5; 119:64; 33:5; 65:5-8, 11; 145:14-16.)

La Personalidad de Dios Revelada en Cristo

Como ser personal, Dios se ha revelado en su Hijo. Esplendor de la gloria del Padre "y la misma imagen de su sustancia," Jesús, como Salvador personal, vino al mundo. Como Salvador personal, ascendió también al cielo. Como Salvador personal, intercede en las cortes celestiales. Ante el trono de Dios intercede en nuestro favor "Uno semejante al Hijo del Hombre."(Hebreos 1:3; Apocalipsis 1:13.)

Cristo, la luz del mundo, veló el deslumbrante resplandor de su divinidad y vino a vivir como hombre entre los hombres para que ellos pudieran, sin ser consumidos, conocer a su Creador. Desde que el pecado separó al hombre de su Hacedor, nadie vio jamás a Dios, sino manifestado en Cristo.

"Yo y el Padre una cosa somos," declaró Cristo. "Nadie conoció al Hijo, sino el Padre; ni al Padre conoció alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar." (S. Juan 10:30; S. Mateo 11:27.) Cristo vino para enseñar a los seres humanos lo que Dios quiere que sepan. Arriba en los cielos, abajo en la tierra, en las anchas aguas del océano, vemos la obra de la mano de Dios. Todas las cosas creadas atestiguan su poder, sabiduría y amor. No obstante, ni las estrellas ni el océano ni las cataratas nos enseñarán a conocer la personalidad de Dios tal como nos fue revelada en Cristo.

Dios vio que se necesitaba una revelación más clara que la naturaleza para retratar a lo vivo su personalidad y carácter. Mandó a su Hijo al mundo para que manifestara, en la medida en que la humana visión pudiera mirarlos, la naturaleza y los atributos del Dios invisible.

Revelado a los Discípulos

Estudiemos las palabras que Cristo pronunció en el cenáculo, la víspera de su crucifixión. Estaba ya a punto de consumar su sacrificio, y procuraba consolar a sus discípulos, que iban a sufrir tan terrible tentación y tan dura prueba.

"No se turbe vuestro corazón -dijo:- Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros . .

"Dícele Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conocierais: y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

"Dícele Felipe, Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dice: ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo: mas el Padre que está en mí, él hace las obras."(S. Juan 14:1-10.) Los discípulos no entendían aún lo que Cristo les decía respecto de su relación con Dios. Gran parte de su enseñanza quedaba aún obscura para ellos. Cristo quería que tuvieran un conocimiento de Dios más claro y preciso.

"Estas cosas os he hablado en proverbios -dijo:- la hora viene cuando ya no os hablaré por proverbios, pero claramente os anunciaré del Padre."(S. Juan 16:25.)

Cuando, en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos, comprendieron más cabalmente las verdades que Cristo les había dicho en parábolas. Gran parte de la enseñanza que para ellos había sido un misterio les fue declarada. Pero ni aun entonces recibieron los discípulos el cumplimiento cabal de la promesa hecha por Cristo. Recibieron todo lo que podían entender del conocimiento de Dios, pero el cumplimiento total de la promesa, a saber, que Cristo les mostraría al Padre en su plenitud, estaba aún por venir. Y así es también hoy. Nuestro conocimiento de Dios es parcial e imperfecto. Cuando haya terminado el conflicto, y el Hombre Cristo Jesús reconozca ante el Padre a sus fieles obreros, quienes en un mundo de pecado habrán dado el verdadero testimonio del Salvador, entonces comprenderán a las claras lo que ahora es para ellos un misterio.

Cristo llevó consigo a las cortes celestiales su humanidad glorificada. A los que le reciben les da potestad de ser hechos hijos de Dios, para que al fin Dios los reciba como suyos, a fin de que vivan con él por toda la eternidad. Si durante esta vida permanecen leales a Dios, al fin "verán su cara; y su nombre estará en sus frentes."(Apocalipsis 22:4.) ¿Y en qué consiste la felicidad del cielo sino en ver a Dios? ¿Qué gozo mayor puede haber para el pecador salvado por la gracia de Cristo que el de contemplar la faz de Dios y conocerle como a Padre? Las Escrituras indican con claridad la relación entre Dios y Cristo, y manifiestan con no menos claridad la personalidad y la individualidad de cada uno de ellos.

El Testimonio de las Escrituras

Las Escrituras indican claramente la relación entre Dios y Cristo, y ponen de manifiesto tan claramente la personalidad e individualidad de cada uno.

"Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, . . el cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la majestad en las alturas, hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos. Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:

"Mi hijo eres tú, hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo?" (Hebreos 1:1-5.)

La personalidad del Padre y del Hijo, como también la unidad que existe entre ambos, aparecen en el capítulo décimo séptimo de Juan en la oración de Cristo por sus discípulos:

"Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste." (Juan 17: 20-21.)

La unidad que existe entre Cristo y sus discípulos no destruye la personalidad de uno ni de otro. Son uno en propósito, en espíritu, en carácter, pero no en persona. Así es como Dios y Cristo son uno.

El Carácter de Dios Revelado en Cristo

Habiéndose humanado, Cristo vino al mundo para ser uno con la humanidad, y al mismo tiempo revelar a nuestro Padre celestial a los hombres pecadores. Aquel que había estado en la presencia del Padre desde el principio, Aquel que era la imagen expresa del Dios invisible, era el único capaz de revelar a la humanidad el carácter de la Deidad. En todo fue hecho Cristo semejante a sus hermanos. Fue hecho carne, como lo somos nosotros. Sintió el hambre, la sed y el cansancio. Fue reconfortado y sostenido por el alimento y el sueño. Compartió la suerte de los hombres; y no obstante fue el Hijo de Dios sin mancha. Fue extranjero y advenedizo en la tierra; estuvo en el mundo, mas no fue del mundo; tentado y probado como lo son hoy hombres y mujeres, llevó no obstante una vida libre de pecado. Tierno, compasivo, lleno de simpatía, considerado para con los demás, Cristo representó el carácter de Dios y se consagró siempre al servicio de Dios y del hombre.

"Me ungió Jehová -dijo;- hame enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos. Y a los ciegos vista. A promulgar año de la buena voluntad de Jehová, . . a consolar a todos los enlutados." (Isaías 61:1; S. Lucas 4:18; Isaías 61:2.)

"Amad a vuestros enemigos -nos dice,- bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos." "Porque él es benigno para con los ingratos y malos." "Hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos." "Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso." (S. Mateo 5:44; S. Lucas 6:35; S. Mateo 5:45; S. Lucas 6:36.)

"Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el Oriente, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz." (S. Lucas 1:78-79.)

La Gloria de la Cruz

La revelación del amor de Dios al hombre tiene su centro en la cruz. No hay lengua capaz de expresar todo su significado, ni pluma que pueda describirla, ni inteligencia humana apta para comprenderla. Al contemplar la cruz del Calvario, sólo podemos decir: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (S. Juan 3:16.)

Cristo crucificado por nuestros pecados, Cristo resucitado de los muertos, Cristo que ascendió al cielo, tal es la ciencia de la salvación que debemos aprender y enseñar.

Fue Cristo

"El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios; sin embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz."

"Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios." "Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos."

"Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado." (Filipenses 2:6-8; Romanos 8:34, Hebreos 7:25; 4:15.)

El Don Inefable

Es por medio del don de Cristo como recibimos toda bendición. Mediante este don se derrama sobre nosotros día tras día, sin interrupción, el raudal de la bondad de Jehová. Todas las flores, con sus delicados tintes y fragancia, nos son dadas para nuestro deleite por medio de este único don. El sol y la luna fueron hechos por él. No hay una sola estrella que embellezca el cielo que él no hiciera. Cada gota de lluvia que cae, cada rayo de luz derramado sobre nuestro ingrato mundo atestiguan el amor de Dios en Cristo, Todo lo recibimos por medio del único don inefable, el unigénito Hijo de Dios. Fue clavado en la cruz para que todas estas larguezas fluyeran sobre toda la creación de Dios.

"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios." (1 S. Juan 3:1)

"Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera." (1 S. Juan 3: 1 ; Isaías 64:4.)

El Conocimiento Transformador

El conocimiento de Dios tal como fue revelado en Cristo es el que deben tener todos los salvados. Es el conocimiento que transforma el carácter. Una vez recibido, este conocimiento renovará el alma a la imagen de Dios. Comunicará a todo el ser un poder espiritual divino.

"Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza." (2 Corintios 3:18.)

De su propia vida dijo el Salvador: "He guardado los mandamientos de mi Padre." "No me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre." (S. Juan 15:10; 8:29.) Lo que Cristo fue en la naturaleza humana, quiere Dios que sean sus discípulos. Con su fuerza hemos de vivir la vida de nobleza y pureza que el Salvador vivió.

"Por esta causa -dice San Pablo- doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual es nombrada toda la parentela en los cielos y en la tierra, que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios." (Efesios 3:14-19.)

"No cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría y espiritual inteligencia; para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios: corroborados de toda fortaleza, conforme a la potencia de su gloria, para toda tolerancia y largura de ánimo con gozo." (Colosenses 1:9-11.)

Tal es el conocimiento que Dios nos invita a recibir, y fuera del cual todo otro es vanidad e insignificancia.

Peligro que Entraña el Conocimiento Especulativo

"Profesando ser sabios, se tornaron vanos en su

razonamiento, y sus conrazones necios fueron entenebrecidos."

Uno de los mayores males que acompañan la búsqueda de conocimientos y las investigaciones de la ciencia, es la disposición a exaltar la razón humana más allá de su verdadero valor y su esfera apropiada. Muchos intentan juzgar al Creador y sus obras con el escaso conocimiento que tienen de la ciencia. Se esfuerzan por determinar la naturaleza, los atributos y prerrogativas de Dios, y se entregan a teorías especulativas respecto al Infinito. Los que se empeñan en este modo de estudiar pisan terreno prohibido. Su investigación no les dará resultados provechosos, y si persisten en ella lo harán con peligro de sus almas.

Nuestros primeros padres fueron inducidos al pecado por haber codiciado una ciencia que Dios les había vedado. Al procurarla perdieron todo lo que era digno de ser poseído. Si Adán y Eva no hubieran tocado el árbol prohibido, Dios les hubiera comunicado un conocimiento sobre el cual no hubiera recaído la maldición del pecado, sino que les hubiera allegado gozo eterno. Todo lo que obtuvieron al prestar oídos al tentador fue un conocimiento del pecado y sus resultados. Por su desobediencia, la humanidad se apartó de Dios, y la tierra quedó separada del cielo.

La lección es para nosotros. El campo al cual Satanás condujo a nuestros primeros padres es el mismo al cual atrae a los hombres hoy. Está inundando el mundo de fábulas agradables. Valiéndose de todos los recursos de que dispone, procura inducir a los hombres a entrar en especulaciones respecto a Dios. Así trata de evitar que consigan el conocimiento de Dios que constituye la salvación.

Teorías Panteístas

Hoy día se están introduciendo en los establecimientos de educación y en las iglesias por doquiera doctrinas espiritistas que minan la fe en Dios y en su Palabra. La teoría de que Dios es una esencia que compenetra toda la naturaleza es aceptada por muchos de los que profesan creer las Escrituras; pero, por muy ataviada que vaya esta teoría, es un engaño muy peligroso. Da una falsa idea de Dios y agrava su grandeza y majestad. Lo seguro es que no tiende tan sólo a extraviar, sino a corromper los hombres. Las tinieblas son su elemento y la sensualidad su ambiente. Su aceptación aparta de Dios. Y para la naturaleza humana caída ésto equivale a la ruina.

La condición en que el pecado nos ha colocado es antinatural, y el poder que nos restaure debe ser sobrenatural, o no tiene valor alguno. No hay poder que pueda quebrantar el yugo del mal y libertar de él los corazones de los hombres, sino el poder de Dios en Jesucristo. Sólo mediante la sangre del Crucificado hay purificación del pecado. Sólo la gracia de Cristo puede habilitarnos para resistir y dominar las inclinaciones de nuestra naturaleza caída. Las teorías espiritistas respecto a Dios anulan la gracia divina. Si Dios es una esencia que compenetra toda la naturaleza, entonces mora en todos los hombres; y para llegar a la santidad, el hombre no tiene más que desarrollar el poder que está en él mismo.

Estas teorías, llevadas hasta su conclusión lógica, desbaratan la economía cristiana. Desechan la necesidad de la expiación, y hacen del hombre su propio salvador. Estas teorías acerca de Dios dejan sin efecto la Palabra divina, y quienes las aceptan corren grave peligro de ser inducidos finalmente a considerar la Biblia como una ficción. Aunque consideren la virtud superior al vicio, desalojan a Dios de su verdadero puesto de soberanía, y cifran su confianza en el poder humano, que, sin Dios, no tiene valor alguno. Dejada a sí misma, la voluntad humana no tiene verdadero poder para resistir y vencer el mal. Las defensas del alma quedan destruídas. El hombre carece de valla protectora contra el pecado. Desechadas las restricciones de la Palabra de Dios y de su Espíritu, ya no sabemos en qué abismos podemos hundirnos.

"Toda palabra de Dios es limpia; es escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras, porque no te reprenda, y seas hallado mentiroso." "Prenderán al impío sus propias iniquidades, y detenido será con las cuerdas de su pecado." (Proverbios 30:5-6; 5:22.)

Escudriñar los Misterios Divinos

"Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre." (Deuteronomio 29:29.) La revelación que de sí mismo dejó Dios en su Palabra es para nuestro estudio, y podemos procurar entenderla. Pero más allá de ella no debemos penetrar. El hombre más inteligente podrá devanarse los sesos en conjeturas respecto a la naturaleza de Dios, pero semejante esfuerzo será estéril. No nos incumbe resolver este problema. No hay mente humana capaz de comprender a Dios. Nadie debe permitirse entrar en especulaciones respecto a la naturaleza de Dios. Aquí el silencio es elocuencia. El Omnisciente trasciende toda discusión.

Ni aun los ángeles pudieron participar en los consejos habidos entre el Padre y el Hijo al trazarse el plan de la salvación. Y los seres humanos no deben inmiscuirse en los secretos del Altísimo. Somos, respecto a Dios, tan ignorantes como niños; pero, como niños también, podemos amarle y obedecerle. En vez de entregarnos a cavilaciones respecto a la naturaleza y las prerrogativas de Dios, prestemos atención a las palabras que él mismo pronunció:

"¿Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alto que los cielos: ¿qué harás? Es más profundo que el infierno: ¿cómo lo conocerás? Su dimensión es más larga que la tierra, y más ancha que la mar. ¿Dónde se hallará la sabiduría? ¿y dónde está el lugar de la prudencia? No conoce su valor el hombre, ni se halla en la tierra de los vivientes. El abismo dice: No está en mí: y la mar dijo: Ni conmigo. No se dará por oro, ni su precio será a peso de plata. No puede ser apreciada con oro de Ophir, ni con ónique precioso, ni con zafiro. El oro no se le igualará, ni el diamante; ni se trocará por vaso de oro fino. De coral ni de perlas no se hará mención: la sabiduría es mejor que piedras preciosas. No se igualará con ella esmeralda de Etiopía; no se podrá apreciar con oro fino. ¿De dónde pues vendrá la sabiduría?¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? . . El infierno y la muerte dijeron: Su fama hemos oído con nuestros oídos. Dios entiende el camino de ella, y él conoce su lugar. Porque él mira hasta los fines de la tierra, y ve debajo de todo el cielo . . Cuando él hizo ley a la lluvia, y camino al relámpago de los truenos; entonces la veía él, y la manifestaba; preparóla y descubrióla también. Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal la inteligencia." (Job 11:7-9; 28:12-28.)

No se encuentra la sabiduría escudriñando los secretos de la tierra ni consumiéndose en vanos esfuerzos por penetrar los misterios de la persona de Dios. Se encuentra más bien recibiendo humildemente la revelación que él se dignó darnos, y conformando la vida a su voluntad.

Los Misterios de la Naturaleza

Los hombres de más alta inteligencia no pueden entender los misterios de Jehová revelados en la naturaleza. La inspiración divina hace muchas preguntas a las cuales los sabios más profundos no pueden responder. Estas preguntas no fueron hechas para que las contestáramos, sino para que llamaran nuestra atención a los profundos misterios de Dios y nos enseñaran que nuestra sabiduría es limitada; que en la esfera en que nos movemos en la vida cotidiana hay muchas cosas que superan a la inteligencia de los seres finitos.

Los escépticos se niegan a creer en Dios porque no pueden abarcar el infinito poder por medio del cual se revela. Pero hay que reconocer a Dios tanto por lo que él no nos revela acerca de sí mismo como por lo que está al alcance de nuestra limitada comprensión. En la revelación divina y en la naturaleza, Dios ha escondido misterios que nos imponen la fe. Y así debe ser. Bien podemos estar siempre escudriñando, investigando y aprendiendo, y seguir encontrándonos, sin embargo, frente a lo infinito.

"¿Quién midió las aguas con su puño, y aderezó los cielos con su palmo, y con tres dedos allegó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza, y con peso los collados? ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? . . He aquí que las naciones son reputadas como la gota de un acetre, y como el orín del peso: he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio. Como nada son todas las gentes delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es. ¿A qué pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis? . . ¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó? Él está asentado sobre el globo de la tierra, cuyos moradores son como langostas: él extiende los cielos como una cortina, tiéndelos como una tienda para morar: ¿A qué pues me haréis semejante? . . dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas: él saca por cuenta su ejército: a todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud. ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino es escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios del siglo es Jehová, el cual crió los términos de la tierra? No se trabaja, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance." (Isaías 40:12-28.)

La Grandeza de Dios

De las representaciones dadas por el Espíritu Santo a sus profetas, aprendamos lo que es la grandeza de nuestro Dios. El profeta Isaías escribe:

"En el año que murió el rey Uzzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo. Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo.

"Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos."

"Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que ésto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado." (Isaías 6:1-7)

"No hay semejante a ti, oh Jehová; grande tú, y grande tu nombre en fortaleza. ¿Quién no te temerá, oh Rey de las gentes?" "Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme, has entendido desde lejos mis pensamientos. Mi senda y mi acostarme has rodeado, y estás impuesto en todos mis caminos. Pues aún no está la palabra en mi lengua,y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me guarneciste, y sobre mí pusiste tu mano. Más maravillosa es la ciencia que mi capacidad; alta es, no puedo comprenderla." (Jeremías 10:6, 7; Salmo 139:1-6.)

"Grande es el Señor nuestro, y de mucha potencia; y de su entendimiento no hay número." (Salmo 147:5.)

"Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas." (Proverbios 5:21.)

"Él revela lo profundo y lo escondido: conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con él." (Daniel 2:22.)

"Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras." (Hechos 15:18)

"¿Quién entendió la mente del Señor? ¿o quién fue su consejero? ¿o quién le dio a él primero, para que le sea pagado? Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos." (Romanos 11:34-36.)

"Al Rey de siglos, inmortal, invisible" (1 Timoteo 1:17),

"quien sólo tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver: al cual sea la honra y el imperio sempiterno." (1 Timoteo 6:16.)

"De cierto su alteza os había de espantar, y su pavor había de caer sobre vosotros. ¿No está Dios en la altura de los cielos? Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están. ¿Tienen sus ejércitos número? ¿Y sobre quién no está su luz? Él hace grandes cosas, que nosotros no entendemos. Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra; también a la llovizna, y a los aguaceros de su fortaleza. Así hace retirarse a todo hombre, para que los hombres todos reconozcan su obra . . Asimismo por sus designios se revuelven las nubes en derredor, para hacer sobre la haz del mundo, en la tierra, lo que él les mandara. Unas veces por azote, otras por causa de su tierra, otras por misericordia las hará parecer. Escucha ésto; . . repósate, y considera las maravillas de Dios.¿Supiste tú cuando Dios las ponía en concierto, y hacía levantar la luz de su nube? ¿Has tú conocido las diferencias de las nubes, las maravillas del Perfecto en sabiduría? . . ¿Extendiste tú con él los cielos, firmes como un espejo sólido? Muéstranos qué le hemos de decir; porque nosotros no podemos componer las ideas a causa de las tinieblas . . He aquí aún: no se puede mirar la luz esplendente en los cielos, luego que pasa el viento y los limpia, viniendo de la parte del norte la dorada claridad. En Dios hay una majestad terrible. Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en potencia; y en juicio y en multitud de justicia no afligirá. Temerlo han por tanto los hombres."

"Quién como Jehová nuestro Dios, que ha enaltecido su habitación, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra?" "Jehová marcha entre la tempestad y turbión, y las nubes son el polvo de sus pies." "Grande es Jehová y digno de suprema alabanza: y su grandeza es inescrutable. Generación a generación narrará tus obras, y anunciarán tus valentías. La hermosura de la gloria de tu magnificencia, y tus hechos maravillosos, hablaré.Y la terribilidad de tus valentías dirán los hombres; y yo recontaré tu grandeza. Reproducirán la memoria de la muchedumbre de tu bondad, y cantarán tu justicia . . Alábente, oh Jehová, todas tus obras;y tus santos te bendigan. La gloria de tu reino digan, y hablen de tu fortaleza; para notificar a los hijos de los hombres sus valentías, y la gloria de la magnificencia de su reino. Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en toda generación y generación . . La alabanza de Jehová hablará mi boca; y bendiga toda carne su santo nombre por siglo y para siempre." (Job 13:1l; 22:12; 25:3; 37:5-24; Salmo 113:5-6; Nahum 1:3; Salmo 145:3-21.)

Advertencia Contra la Presunción

Al aprender más y más acerca de lo que es Dios y lo que nosotros somos delante de él, temeremos y temblaremos en su presencia. Reciban los hombres de hoy advertencia de la suerte de aquellos que en lo antiguo pretendieron tratar sin miramientos lo que Dios había declarado sagrado. Cuando los israelitas se atrevieron a abrir el arca que les fuera devuelta del país de los filisteos, su irreverencia fue castigada de un modo notable.

Considérese también el juicio que cayó sobre Uzza. Al ser llevada el arca a Jerusalén durante el reinado de David, Uzza alargó la mano para sostenerla. Su presunción de tocar al símbolo de la presencia de Dios fue castigada con una muerte instantánea.

Lo Sagrado de la Presencia Divina

En el incidente de la zarza ardiente, cuando Moisés, no reconociendo la presencia de Dios, se volvía para contemplar tan maravilloso espectáculo, le fue ordenado:

"No te llegues acá: quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. . . . Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios." (Éxodo 3:5, 6.)

"Y salió Jacob de Beerseba, y fue a Harán; y encontró con un lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y acostóse en aquel lugar."

"Y salió, y he aquí una escala que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían v descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto dé ella, el cual dijo:"

"Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac: la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu simiente . . Y he aquí, yo soy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y te volveré a esta tierra; porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho lo que te he dicho."

"Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo." (Génesis 28:10-17)

En el santuario del tabernáculo construido en el desierto y en el del templo, que eran símbolos terrenales de la morada de Dios, había un lugar sagrado para su presencia. El velo adornado de querubines a su entrada sólo debía ser alzado por una mano. Alzar aquel velo, y entrar sin invitación en el sagrado misterio del lugar santísimo, acarreaba la muerte, pues sobre el propiciatorio descansaba la gloria del Santo de los santos, a la que nadie podía mirar y sobrevivir. En el único día del año señalado para el desempeño de su ministerio en el lugar santísimo, el sumo sacerdote penetraba en él temblando ante la presencia de Dios, mientras que nubes de incienso velaban la gloria ante sus ojos. En todos los atrios del templo se acallaba todo rumor. Ningún sacerdote actuaba en los altares. Los adoradores, inclinados en silencioso temor, dirigían sus peticiones en demanda de misericordia divina.

"Y estas cosas les acontecieron en figura; y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado." ( 1 Corintios 10:11.)

"Jehová está en su santo templo: calle delante de él toda la tierra." "Jehová reinó, temblarán los pueblos: él está sentado sobre los querubines, conmoveráse la tierra. Jehová en Sión es grande, y ensalzado sobre todos los pueblos. Alaben tu nombre grande y tremendo: él es santo." "La silla de Jehová está en el cielo: sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres." "Desde la morada de su asiento miró sobre todos los moradores de la tierra. Él formó el corazón de todos ellos; él considera todas sus obras." "Tema a Jehová toda la tierra: teman de él todos los habitadores del mundo." (Habacuc 2:20; Salmos 99:1-3; 11:4; 102:19; 33:14-15, 8.)

El hombre no puede encontrar a Dios mediante la investigación. Nadie intente con mano presuntuosa alzar el velo que oculta su gloria. "¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Romanos 11:33.) Prueba de su misericordia es el hecho de que su poder quede oculto, pues alzar el velo que esconde la divina presencia acarrea la muerte. Ninguna inteligencia mortal puede penetrar el secreto en que el Todopoderoso reside y obra. No podemos comprender de él sino lo que él mismo cree conveniente revelarnos. La razón debe reconocer una autoridad superior a ella misma. El corazón y la inteligencia deben inclinarse ante el gran YO SOY.

Lo Falso y lo Verdadero en la Educación

"¿Por qué gastáis vuestro dinero en lo que no es pan?"

La inteligencia maestra en la confederación del mal obra siempre para ocultar las palabras de Dios y hacer resaltar las opiniones de los hombres. Se propone que no oigamos la voz de Dios, que nos dice: "Éste es el camino, andad por él." (Isaías 30:21.) Valiéndose de perversos sistemas de educación hace cuanto puede por obscurecer la luz del cielo.

La especulación filosófica y la investigación científica que no reconocen a Dios están haciendo millares de escépticos. En las escuelas de hoy, las conclusiones a las cuales llegaron hombres instruidos como resultado de sus investigaciones científicas, se enseñan con empeño y se explican detenidamente, de modo que se implante bien clara la impresión de que si esos eruditos tienen razón, la Biblia no puede tenerla. El escepticismo atrae a la inteligencia humana. La juventud ve en él una independencia que cautiva la imaginación, y es víctima del engaño. Satanás triunfa. Nutre toda semilla de duda que sembró en los corazones jóvenes. La hace crecer y llevar fruto, y pronto se recoge una abundante cosecha de incredulidad.

Precisamente porque el corazón humano se inclina al mal resulta peligroso arrojar semillas de escepticismo en la inteligencia de los jóvenes. Todo lo que debilita la fe en Dios arrebata al alma el poder de resistir a la tentación. La despoja de su única salvaguardia contra el pecado. Necesitamos escuelas en que se enseñe a la juventud que la grandeza consiste en honrar a Dios manifestando su carácter en la vida diaria. Necesitamos aprender de Dios por medio de su Palabra y sus obras, para que nuestra vida realice los designios divinos.

Los Autores Incrédulos

Muchos creen que para educarse es esencial que se estudien los escritos de autores incrédulos, porque dichas obras encierran muchas brillantes joyas del pensamiento. Pero, ¿quién fue el que creó estas joyas? Fue Dios, y sólo Dios. Él es la fuente de toda luz. ¿Por qué habríamos de internarnos entonces en el fárrago de errores contenidos en las obras de los incrédulos en busca de unas cuantas verdades intelectuales, cuando toda la verdad está a nuestra disposición?

¿Cómo es que hombres en pugna con el gobierno de Dios llegan a poseer la sabiduría de que a veces hacen gala? Satanás mismo fue educado en las aulas celestiales, y conoce, el bien y el mal. Mezcla lo precioso con lo vil, y ésto le da poder para engañar. Pero porque Satanás se haya revestido de esplendor celestial, ¿le habremos de recibir como ángel de luz? El tentador tiene sus agentes, educados según sus métodos, inspirados por su espíritu e idóneos para su obra. ¿Cooperaremos nosotros con ellos? ¿Recibiremos las obras de sus agentes como esenciales para adquirir educación?

Si el tiempo y esfuerzo consagrados a sacar alguna que otra idea brillante de las enseñanzas de los incrédulos se dedicaran a estudiar las preciosas enseñanzas de la Palabra de Dios, millares que hoy se encuentran en tinieblas y en sombra de muerte se regocijarían en la gloria de la Luz de la vida.

Conocimientos Históricos y Teológicos

Como preparación para la obra cristiana muchos creen necesario adquirir extenso conocimiento de escritos históricos y teológicos. Se figuran que este conocimiento les ayudará a enseñar el Evangelio. Pero el estudio laborioso de las opiniones de los hombres tiende a debilitar su ministerio, más bien que a fortalecerlo. Cuando veo bibliotecas atestadas de enormes obras de erudición histórica y teológica, me pregunto: ¿Para qué gastar dinero en lo que no es pan? El capítulo 6 del evangelio según San Juan, nos dice más de lo que podemos encontrar en semejantes obras. Dice Cristo: "Yo soy el pan de vida: el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás." "Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre." "El que cree en mí, tiene vida eterna." "Las palabras que yo os he hablado son espíritu, y son vida." (S. Juan 6:35, 51, 47, 63.)

Hay un estudio histórico que no debe condenarse. La historia sagrada fue uno de los estudios que cursaban los alumnos en las escuelas de los profetas. En la crónica de su trato con las naciones se seguían las huellas de Jehová. Así también debemos considerar hoy la relación de Dios con las naciones de la tierra. Debemos ver en la historia el cumplimiento de la profecía, estudiar las obras de la Providencia en los grandes movimientos de reforma y comprender la marcha de los acontecimientos que movilizan a las naciones para el conflicto final de la gran controversia.

Semejante estudio suministrará ideas amplias y abarcantes de la vida. Nos ayudará a comprender algo de lo que se relaciona con ella y depende de ella. Nos enseñará cuán maravillosamente unidos estamos en la gran fraternidad de la sociedad y de las naciones, y hasta qué punto la opresión y la degradación de un solo miembro perjudica a todos.

Pero la historia, tal como suele estudiarse, se relaciona con las hazañas de los hombres, sus victorias guerreras y su éxito en alcanzar poder y grandeza. Pero se olvida la intervención de Dios en los asuntos de los hombres. Pocos estudian la realización del designio divino en el levantamiento y la decadencia de las naciones.

Hasta cierto punto, la teología tal como se la estudia y enseña, no es más que especulación humana que "oscurece el consejo con palabras sin sabiduría." (Job 38:2.) Muchas veces el motivo para acumular tantos libros al respecto no es el deseo de obtener de ellos alimento para el espíritu y el alma, sino más bien la ambición de familiarizarse con filósofos y teólogos, el deseo de presentar el cristianismo al pueblo en formas y proposiciones cultas.

No todos los libros escritos pueden contribuir al propósito de una vida santa. "Aprended de mí -decía el gran Maestro. Llevad mi yugo sobre vosotros; aprended mi mansedumbre y mi humildad." Vuestro orgullo intelectual no os ayudará a relacionaros con las almas que están pereciendo por falta del pan de vida. Al estudiar estos libros, permitís que reemplacen las lecciones prácticas que deberíais aprender de Cristo. Con los resultados de este estudio no se alimenta al pueblo. Muy pocas de las investigaciones que tanto fatigan la inteligencia proporcionan algo que le ayude a uno a trabajar con éxito en bien de las almas.

El Salvador vino "para dar buenas nuevas a los pobres." (S. Lucas 4:18.) En su enseñanza, hacía uso de los términos más sencillos y de los símbolos más claros. Y "los que eran del común del pueblo le oían de buena gana." (S. Marcos 12:37.) Los que hoy procuran hacer su obra para este tiempo necesitan una comprensión más profunda de las lecciones que él dio.

Las palabras del Dios vivo son lo más sublime de toda educación. Los que sirven al pueblo necesitan comer del pan de vida, que les dará fuerza espiritual y aptitud para servir a todas las clases de personas.

Los Clásicos

En los colegios y universidades, millares de jóvenes dedican buena parte de los mejores años de su vida al estudio del griego y del latín. Y mientras que están empeñados en estos estudios, la mente y el carácter se amoldan a los malos sentimientos de la literatura pagana, cuya lectura se considera generalmente como parte esencial del estudio de dichos idiomas.

Los que se han familiarizado con los clásicos declaran que "las tragedias griegas están llenas de incestos, muertes y sacrificios humanos hechos a dioses sensuales y vengativos." Mucho mejor sería para el mundo que se prescindiera de la educación conseguida de semejantes fuentes. "¿Andará el hombre sobre las brasas, sin que sus pies se abrasen?" (Proverbios 6:28.) "¿Quién hará limpio de inmundo? Nadie." (Job 14:4.) ¿Podemos esperar entonces que la juventud desarrolle un carácter cristiano mientras que su educación se amolda a la enseñanza de los que desafiaron los principios de la ley de Dios?

Al prescindir de toda restricción y sumirse en diversiones temerarias, en disipaciones y vicios, los alumnos no hacen otra cosa que imitar lo que esos estudios les presentan. Hay carreras en que es necesario el conocimiento del griego y del latín. Algunos han de estudiar estos idiomas. Pero el conocimiento de ellos que resulta indispensable para los fines prácticos puede adquirirse sin estudiar una literatura corrompida y corruptora.

Muchos no necesitan conocer el griego ni el latín. El estudio de las lenguas muertas debería posponerse al de temas que enseñen el empleo correcto de todas las facultades del cuerpo y de la mente. Es locura que los estudiantes dediquen su tiempo al estudio de lenguas muertas, o a adquirir conocimiento de libros de cualquier ramo, en menoscabo de su preparación para las obligaciones prácticas de la vida.

¿Qué llevan consigo los estudiantes al salir de la escuela? ¿Adónde van? ¿Qué van a hacer? ¿Tienen el caudal de conocimientos necesario para enseñar a otros? ¿Han sido educados para ser buenos padres y madres de familia? ¿Pueden ponerse a la cabeza de una familia como maestros entendidos? La única educación digna de este nombre es la que induce a los jóvenes y a las jóvenes a ser como Cristo, la que los habilita para cargar con las responsabilidades de la vida y ser jefes de familia. Esta educación no se adquiere en el estudio de los clásicos paganos.

Literatura Sensacional

Muchas de las publicaciones populares del día están plagadas de episodios sensacionales y educan a la juventud en la perversidad, y la llevan por la senda de la perdición. Niños de tierna edad son viejos ya en el conocimiento del crimen. Los incitan al mal las narraciones que leen. Realizan en la imaginación las hazañas descritas en su lectura, hasta que llega a despertarse en ellos el ardiente deseo de delinquir y evitar el castigo.

Para la inteligencia activa de niños y jóvenes, las escenas descritas en fantásticas revelaciones del porvenir son realidades. Al predecirse revoluciones y describirse toda clase de procedimientos encaminados a acabar con las vallas de la ley y del dominio de sí mismo, muchos concluyen por adoptar el espíritu de estas representaciones. Son inducidos a cometer crímenes aun peores, si ello es posible, que los narrados tan vívidamente por los escritores. Con tales influencias la sociedad está en vías de desmoralizarse. Las semillas de la licencia son sembradas a manos llenas. Nadie debe sorprenderse de que de ello resulte tan abundante cosecha de crímenes.

Romance

Apenas en menor grado que las obras ya mencionadas, son una maldición para el lector las novelas y los cuentos frívolos y excitantes. Puede ser que el autor quiera enseñar en su obra alguna lección moral, y saturarla de sentimientos religiosos, pero muchas veces éstos sólo sirven para velar las locuras e indignidades del fondo.

El mundo está inundado de libros llenos de errores seductores. La juventud recibe como verdad lo que la Biblia denuncia como falsedad, y le gusta con pasión el engaño que arruina al alma.

Ficción Refinada

Ciertas obras de imaginación fueron escritas con el objeto de enseñar la verdad o denunciar algún grave mal. Varias de estas obras han hecho algún bien. Sin embargo, han ocasionado un daño indecible. Contienen declaraciones y descripciones de estilo refinado que excitan la imaginación y despiertan toda una serie de pensamientos llenos de peligro, especialmente para la juventud. Las escenas en ellas descritas se reproducen una y muchas veces en el pensamiento del lector. Semejantes lecturas inutilizan la mente y la incapacitan para el ejercicio espiritual. Destruyen el interés por la Biblia. Las cosas del cielo ocupan entonces poco lugar en el pensamiento. Al detenerse éste en las escenas de impureza descritas, despiértase la pasión y el pecado es el resultado.

Aun las novelas que no contengan sugestiones impuras, o que estén destinadas a enseñar excelentes principios, son perjudiciales. Fomentan el hábito de la lectura rápida y superficial, sólo por el interés de la intriga. Tienden así a destruir la facultad de pensar con ilación y vigor; incapacitan al alma para examinar los grandes problemas del deber y del destino.

Al fomentar el amor a la mera diversión, la lectura de las obras de imaginación produce hastío de los deberes prácticos de la vida. Con su poder excitante y embriagador, son no pocas veces una causa de enfermedad mental y física. Más de un hogar miserable y descuidado, más de un inválido para toda la vida, más de un demente, llegaron a ser lo que son a causa de la lectura de novelas.

Se insiste muchas veces en que para quitar a la juventud el gusto por la literatura pasional o indigna, debe proporcionársele una clase mejor de literatura de imaginación. Pero ésto es como intentar curar a un borracho dándole, en vez de aguardiente, bebidas fermentadas más suaves, como vino, cerveza o sidra. El uso de estas bebidas fomentaría continuamente la sed de estimulantes más activos. La única seguridad para el borracho, y la única salvaguardia para el hombre templado, es la abstinencia total. Para el aficionado a las novelas rige la misma regla. La abstinencia total es su única seguridad.

Los Mitos y Cuentos de Hadas

En la educación de los niños y jóvenes, ocupan un sitio importante los cuentos de hadas, los mitos y las historias ficticias. En las escuelas se usan libros de tal carácter, y se los encuentra en muchos hogares. ¿Cómo pueden permitir los padres cristianos que sus hijos se nutran de libros tan llenos de mentiras? Cuando los niños preguntan el significado de cuentos tan contrarios a la enseñanza de sus padres, se les responde que dichos cuentos no son verdad; pero esta respuesta no elimina los malos resultados de tal lectura. Las ideas presentadas en estos libros extravían a los niños, les comunican opiniones erróneas acerca de la vida y fomentan en ellos el deseo de lo falso e ilusorio.

El uso tan general de semejantes libros en nuestros días es uno de los ardides de Satanás, quien procura desviar de la gran obra de la formación del carácter, la mente de viejos y jóvenes. Quiere que nuestros niños y jóvenes sean arrastrados por los engaños destructores de almas con que sigue llenando el mundo. Por ésto procura apartar de la Palabra de Dios el espíritu de unos y otros e impedirles que conozcan las verdades que podrían servirles de salvaguardia.

Jamás deberían ponerse en las manos de niños y jóvenes libros que alteren la verdad. No permitamos que en el curso de su educación, nuestros hijos reciban ideas que resulten ser semilla de pecado. Si las personas de edad madura no leyeran tales libros, estarían ellas mismas en situación más segura, y con su buen ejemplo e influencia facilitarían la tarea de guardar de la tentación a la juventud.

Una Fuente Más Pura

Tenemos en abundancia lo real y divino. Los que tienen sed de conocimiento no necesitan acudir a fuentes corrompidas. Dice el Señor:

"Inclina tu oído, y oye las palabras de los sabios, y pon tu corazón a mi sabiduría, . . para que tu confianza sea en Jehová, te las he hecho saber hoy a ti también. "¿No te he escrito tres veces en consejos y ciencia, para hacerte saber la certidumbre de las razones verdaderas, para que puedas responder razones de verdad a los que a ti enviaren?" "Él estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel; 1a cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos." "Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su fortaleza, y sus maravillas que hizo." "Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán, lo cuenten a sus hijos; a fin de que pongan en Dios su confianza." "La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella." (Proverbios 22:17-21; Salmo 78:5, 4, 6-7; Proverbios 10:22.)

La Enseñanza de Cristo

Así también presentó Cristo los principios de la verdad en el Evangelio. En su enseñanza podemos beber de las fuentes puras que manan del trono de Dios. Cristo hubiera podido comunicar a los hombres conocimientos que hubieran sobrepujado cualquier revelación anterior y dejado en segundo plano todo otro descubrimiento. Hubiera podido desentrañar misterio tras misterio, y concentrar alrededor de estas maravillosas revelaciones el pensamiento activo y serio de las generaciones sucesivas hasta el fin de los tiempos. Pero ni por un momento quiso dejar de enseñar la ciencia de la salvación. Apreció su tiempo, sus facultades y su vida y los empleó tan sólo como medios para realizar la salvación de los hombres. Vino a buscar y salvar lo perdido, y no quiso desviarse de su propósito ni permitió que cosa alguna le apartase de él.

Cristo comunicó únicamente el conocimiento que podía ser utilizado. Su instrucción se limitaba a lo que requería la condición de la gente en la vida práctica. No satisfacía la curiosidad que la inducía a dirigirle preguntas indiscretas. Aprovechaba más bien esas ocasiones para dirigir llamamientos solemnes, fervientes y vitales. A los que tenían ardientes deseos de coger frutos del árbol de la ciencia, les ofrecía el del árbol de la vida. Todos los caminos les estaban cerrados menos el que conduce a Dios. Toda fuente estaba sellada, menos la de la vida eterna.

Nuestro Salvador no alentaba a nadie a asistir a las escuelas rabínicas de su tiempo, para evitar que sus espíritus fuesen corrompidos por el estribillo: "Dicen," o "Se ha dicho." Entonces, ¿por qué aceptaríamos como suprema sabiduría las palabras inciertas de los hombres, cuando disponemos de una sabiduría mayor e infalible?

Lo que he visto de las cosas eternas y de la debilidad humana ha impresionado hondamente mi mente y ha influido en el trabajo de mi vida. No veo nada en que el hombre merezca alabanza ni gloria. No veo motivo de confianza ni de alabanza en las opiniones de los sabios de este mundo ni en las de los llamados grandes. ¿Cómo pueden los que carecen de iluminación divina formarse una idea exacta de los planes y caminos de Dios? O niegan a Dios e ignoran su existencia, o circunscriben su poder a sus mezquinos conceptos.

Prefiramos que nos enseñe Aquel que creó los cielos y la tierra, que ordenó las estrellas en el firmamento y señaló al sol y a la luna su obra respectiva.

Conocimiento Provechoso

Está bien que la juventud considere que debe alcanzar el más alto desarrollo de sus facultades intelectuales. No queremos poner límites a la educación que Dios ha hecho ilimitada. Pero de nada nos sirve lo que logramos si no lo empleamos para honra de Dios y beneficio de la humanidad.

No conviene atestar la mente con estudios que requieren intensa aplicación, pero no se utilizan en la práctica. Una educación tal resultará una pérdida para el estudiante, pues dichos estudios disminuyen el interés y la afición del joven por los que le prepararían para una vida provechosa y le harían capaz de llevar sus responsabilidades. Una educación práctica vale mucho más que cualquier acumulación de teorías. Ni siquiera basta adquirir conocimientos. Hemos de saber cómo aprovecharlos debidamente.

El tiempo, los recursos y el estudio que tantos invierten para adquirir una educación relativamente inútil, deberían dedicarse a obtener una preparación que los hiciera hombres y mujeres prácticos, capaces de llevar las responsabilidades de la vida. Semejante educación es en extremo valiosa.

Lo que Necesitamos es Educación del Alma

Necesitamos conocimientos que robustezcan la mente y el alma, y nos hagan mejores hombres y mujeres. La educación del corazón es mucho más importante que lo aprendido de los libros. Es bueno, hasta esencial, poseer cierto conocimiento del mundo en que vivimos; pero si no tenemos en cuenta la eternidad, experimentaremos un fracaso del cual jamás nos repondremos.

El estudiante puede dedicar todas sus facultades a adquirir conocimientos; pero si no conoce a Dios ni obedece las leyes que gobiernan su propio ser, se destruirá. Los malos hábitos le hacen perder la facultad de apreciarse y gobernarse a sí mismo. No puede razonar correctamente acerca de asuntos del mayor interés para él. Es temerario y falto de criterio en el modo de tratar su mente y su cuerpo. Por haber desatendido el cultivo de los buenos principios, se arruina para este mundo y para el venidero.

Si la juventud se diera cuenta de su propia debilidad, encontraría su fuerza en Dios. Si permitiera que Dios le diese enseñanza, se haría sabia en la sabiduría divina, y su vida redundaría en bendiciones para el mundo. Pero si dedica su inteligencia al mero estudio mundano y especulativo, y así se separa de Dios, perderá cuanto enriquece la vida.

Importancia del Verdadero Conocimiento

"Inclina tu oído,

y aplica tu corazón a mi conocimiento."

Necesitamos comprender más claramente de lo que solemos las contingencias del gran conflicto en que estamos empeñados. Necesitamos comprender más ampliamente el valor de las verdades de la Palabra de Dios, y el peligro de consentir que el gran engañador aparte de ella nuestra mente.

El valor infinito del sacrificio requerido para nuestra redención pone de manifiesto que el pecado es un tremendo mal, que ha descompuesto todo el organismo humano, pervertido la mente y corrompido la imaginación. El pecado ha degradado las facultades del alma. Las tentaciones del exterior hallan eco en el corazón, y los pies se dirigen imperceptiblemente hacia el mal.

Así como el sacrificio en beneficio nuestro fue completo, también debe ser completa nuestra restauración de la corrupción del pecado. La ley de Dios no disculpará ningún acto de perversidad; ninguna injusticia escapará a su condenación. El sistema moral del Evangelio no reconoce otro ideal que el de la perfección del carácter divino. La vida de Cristo fue el perfecto cumplimiento de todo precepto de la ley. Él dijo: "He guardado los mandamientos de mi Padre." Su vida es para nosotros un ejemplo de obediencia y servicio. Sólo Dios puede renovar el corazón. "Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad." Pero nosotros tenemos que "ocuparnos en nuestra salvación." (S. Juan 15:10; Filipenses 2:13, 12.)

La Obra que Requiere Nuestro Pensamiento

Los agravios no pueden repararse, ni tampoco pueden realizarse reformas en la conducta mediante unos cuantos esfuerzos débiles e intermitentes. La formación del carácter es tarea, no de un día ni de un año, sino de toda la vida. La batalla para vencerse a sí mismo, para lograr la santidad y el cielo, es una lucha de toda la vida. Sin continuo esfuerzo y constante actividad, no puede haber adelanto en la vida divina, ni puede obtenerse la corona de victoria.

La prueba más evidente de la caída del hombre de un estado superior es el hecho de que tanto cuesta volver a él. El camino de regreso se puede recorrer sólo mediante rudo batallar, hora tras hora, y adelantando paso a paso. En un momento, por una acción precipitada o por descuido, podemos ponernos bajo el poder del mal; pero se necesita más de un momento para romper los grillos y alcanzar una vida más santa. Bien puede formarse el propósito y empezar a realizarlo; pero su cumplimiento cabal requiere trabajo, tiempo, perseverancia, paciencia y sacrificio.

No debemos obrar impulsivamente. No podemos descuidarnos un solo momento. Asaltados por tentaciones sin cuento, debemos resistir con firmeza o ser vencidos. Si llegamos al fin de la vida sin haber concluido nuestra obra, la pérdida será eterna.

La vida del apóstol Pablo fue un constante conflicto consigo mismo. Dijo: "Cada día muero." (1 Corintios 15:31.) Su voluntad y sus deseos estaban en conflicto diario con su deber y con la voluntad de Dios. En vez de seguir su inclinación, hizo la voluntad de Dios, por mucho que tuviera que crucificar su naturaleza.

Al terminar su vida de conflicto, al mirar hacia atrás y ver los combates y triunfos de ella, pudo decir: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día." (2 Timoteo 4:7-8.)

La vida cristiana es una batalla y una marcha. En esta guerra no hay descanso; el esfuerzo ha de ser continuo y perseverante. Sólo mediante un esfuerzo incansable podemos asegurarnos la victoria contra las tentaciones de Satanás. Debemos procurar la integridad cristiana con energía irresistible, y conservarla con propósito firme y resuelto.

Nadie llegará a las alturas sin esfuerzo perseverante en su propio beneficio. Todos deben empeñarse por sí mismos en esta guerra; nadie puede pelear por nosotros. Somos individualmente responsables del desenlace del combate; pues aunque Noé, Job y Daniel estuviesen en la tierra, no podrían salvar por su justicia a un hijo ni a una hija.

La Ciencia Que se ha de Poseer

Hay una ciencia del cristianismo que debe ser conocida a fondo, y que es tanto más profunda, amplia y alta que cualquier ciencia humana cuanto son más altos los cielos que la tierra. La mente debe ser disciplinada, educada y formada, pues hemos de servir a Dios de un modo que no congenia con nuestras inclinaciones naturales. Hemos de vencer las tendencias al mal, que hemos heredado y cultivado. Muchas veces hay que prescindir por completo de la educación y la preparación de toda una vida para aprender en la escuela de Cristo. Nuestro corazón debe recibir educación para llegar a ser firme en Dios. Debemos contraer hábitos de pensar que nos capaciten para resistir a la tentación. Debemos aprender a mirar hacia arriba. Debemos comprender, en todo cuanto atañe a nuestra vida diaria, los principios de la Palabra de Dios, que son tan elevados como el cielo y tan abarcantes como la eternidad. Cada acto, cada palabra y cada pensamiento, debe concordar con esos principios. Todo debe ser puesto en armonía con Cristo y en sujeción a él.

Las preciosas gracias del Espíritu Santo no se desarrollan en un momento. El valor, la mansedumbre, la fe, la confianza inquebrantable en el poder de Dios para salvar, se adquieren por la experiencia de años. Los hijos de Dios han de sellar su destino mediante una vida de santo esfuerzo y de firme adhesión a lo justo.

No Hay Tiempo qué Perder

No tenemos tiempo que perder. No sabemos cuándo ha de terminar nuestro tiempo de prueba. A lo sumo, no podemos contar sino con una vida muy breve, y no sabemos cuándo la saeta de la muerte nos atravesará el corazón. Tampoco sabemos cuándo tendremos que desprendernos del mundo y de todos sus intereses. La eternidad se extiende ante nosotros. El velo está a punto de descorrerse. Unos pocos años más, y para cada uno de los que ahora se cuentan entre los vivos se dará el mandato:

"El que es injusto, sea injusto todavía; . . y el que es justo, sea todavía justificado: y el santo sea santificado todavía." (Apocalipsis 22: 11.)

¿Estamos preparados? ¿Conocemos a Dios, el Gobernador de los cielos, el Legislador, y a Jesucristo a quien envió al mundo como representante suyo? Cuando la obra de nuestra vida haya terminado ¿podremos decir, como dijo Cristo nuestro ejemplo:

"Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese, . . . he manifestado tu nombre"? (S. Juan 17:4-6.)

Los ángeles de Dios procuran desprendernos de nosotros mismos y de las cosas de la tierra. No permitamos que trabajen en vano.

Las mentes entregadas a pensamientos licenciosos necesitan cambiar. "Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos, con templanza, esperad perfectamente en la gracia que os es presentada cuando Jesucristo os es manifestado: como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación: porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo." (1 S. Pedro 1:13-16.)

Los pensamientos deben concentrarse en Dios. Debemos dedicar nuestro esfuerzo más enérgico a dominar las malas tendencias del corazón natural. Nuestros esfuerzos, nuestra abnegación y perseverancia, deben corresponder al valor infinito del objeto que perseguimos. Sólo venciendo como Cristo venció podremos ganar la corona de vida.

La Necesidad de Abnegación

El gran peligro del hombre consiste en engañarse a sí mismo, en creerse suficiente de por sí y en apartarse de Dios, la fuente de su fuerza. Nuestras tendencias naturales, si no las enmienda el Espíritu Santo de Dios, encierran la semilla de la muerte moral. A no ser que nos unamos vitalmente con Dios, no podremos resistir los impíos efectos de la concupiscencia, del amor egoísta y de la tentación a pecar.

Para recibir ayuda de Cristo, debemos comprender nuestra necesidad. Debemos tener verdadero conocimiento de nosotros mismos. Sólo quien se reconoce pecador puede ser salvado por Cristo. Sólo cuando vemos nuestro desamparo absoluto y no confiamos ya en nosotros mismos, podemos asirnos del poder divino.

No es tan sólo al principio de la vida cristiana cuando debe hacerse esta renuncia a sí mismo. Hay que renovarla a cada paso que damos hacia el cielo. Todas nuestras buenas obras dependen de un poder externo a nosotros; por tanto, se necesita una continua aspiración del corazón a Dios, una constante y fervorosa confesión del pecado y una humillación del alma ante Dios. Nos rodean peligros, y no nos hallamos seguros sino cuando sentimos nuestra flaqueza y nos aferramos con fe a nuestro poderoso Libertador.

Debemos apartarnos de un sinnúmero de temas que llaman nuestra atención. Hay asuntos que consumen tiempo y despiertan deseos de saber, pero que acaban en la nada. Los más altos intereses requieren la estricta atención y energía que suelen dedicarse tantas veces a cosas relativamente insignificantes.

Cristo, Fuente del Conocimiento Verdadero

De por sí, el aceptar nuevas teorías no infunde nueva vida al alma. Aun el conocimiento de hechos y teorías importantes en sí, resulta de escaso valor si no los practicamos. Necesitamos sentir la responsabilidad de dar a nuestra alma el alimento que nutra y estimule la vida espiritual.

"Esté atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, . . si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros; entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios . . Entonces entenderás justicia, juicio, y equidad, y todo buen camino. Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere dulce a tu alma, el consejo te guardará, te preservará la inteligencia." La sabiduría "es árbol de vida a los que de ella asen: y bienaventurados son los que la mantienen." (Proverbios 2:2-11; 3:18.)

La pregunta que debemos estudiar es: "¿Qué es la verdad; la verdad que hemos de estimar, amar, honrar y obedecer?" Los partidarios ardientes de la ciencia han quedado derrotados y descorazonados en sus esfuerzos por descubrir a Dios. Lo que necesitan investigar hoy día es: "¿Cuál es la verdad que nos capacitará para salvar nuestra alma?"

"¿Qué os parece del Cristo?" es la pregunta de importancia suprema. ¿Recibís a Cristo como Salvador personal? A todos los que le reciben les da facultad de ser hechos hijos de Dios.

Cristo reveló a Dios a sus discípulos de tal modo que realizó en sus corazones una obra especial, tal como desea hacerla en nuestros corazones. Son muchos los que, espaciándose en teorías, han perdido de vista el poder vivo del ejemplo del Salvador. Han perdido de vista a Cristo como el que obra humilde y abnegadamente. Necesitan contemplar a Jesús. Día tras día necesitamos una nueva revelación de su presencia. Necesitamos seguir más de cerca su ejemplo de desprendimiento y sacrificio abnegado.

Necesitamos la experiencia que tenía San Pablo cuando escribió: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20.)

El conocimiento de Dios y de Jesucristo, expresado en el carácter, es una exaltación por encima de cualquier otra cosa que se estime en el cielo o en la tierra. Es la educación suprema. Es la llave que abre los pórticos de la ciudad celestial. Es designio de Dios que posean este conocimiento todos los que se revisten del Señor Jesucristo.

El Conocimiento Comunicado por la
Palabra de Dios

"La exposición de tus palabras trae luz; da entendimiento."

La biblia entera es una revelación de la gloria de Dios en Cristo. Aceptada, creída y obedecida, constituye el gran instrumento para la transformación del carácter. Es el gran estímulo, la fuerza que constriñe, que vivifica las facultades físicas, mentales y espirituales y encauza debidamente la vida.

La razón por la cual los jóvenes, y aun los de edad madura, se ven tan fácilmente inducidos a la tentación y al pecado es porque no estudian la Palabra de Dios ni la meditan como debieran. La falta de fuerza de voluntad firme y resuelta, que se manifiesta en su vida y carácter, resulta del descuido de la sagrada instrucción que da la Palabra de Dios. No hacen esfuerzos verdaderos por dirigir la mente hacia lo que le inspiraría pensamientos puros y santos y la apartaría de lo impuro y falso. Son muy pocos los que escogen la mejor parte, los que se sientan a los pies de Jesús, como lo hizo María, para aprender del divino Maestro. Pocos son los que atesoran las palabras de Cristo en su corazón, poniéndolas en práctica en la vida.

Al ser recibidas, las verdades de la Biblia enaltecerán la mente y el alma. Si se apreciara debidamente la Palabra de Dios, jóvenes y ancianos poseerían una rectitud interna y una fuerza de principios que los capacitarían para resistir la tentación.

Enseñen y escriban los hombres las cosas preciosas de las Sagradas Escrituras. Dediquen el pensamiento, la aptitud y el ejercicio de un cerebro perspicaz al estudio de los pensamientos de Dios. Estudien, no la filosofía de las conjeturas humanas, sino la filosofía de Aquel, que es la verdad. Ninguna otra literatura puede compararse con ésta en valor.

La mente terrenal no encuentra deleite en contemplar la Palabra de Dios; mas para la mente renovada por el Espíritu Santo la belleza divina y la luz celestial irradian de las páginas sagradas. Lo que para la mente terrenal era desierto desolado, es para la mente espiritual tierra de corrientes de agua viva.

El conocimiento de Dios tal como está revelado en su Palabra es el conocimiento que debemos impartir a nuestros niños. Desde el momento en que despunta en ellos la razón, deben familiarizarse con el nombre y la vida de Jesús. Sus primeras lecciones deben enseñarles que Dios es su Padre. Su primera educación debe ser la de una obediencia amante. Léaseles y repítaseles con reverencia y ternura la Palabra de Dios, en trozos apropiados a su comprensión y capaces de despertar su interés. Y sobre todo, hágaseles conocer el amor de Dios manifestado en Cristo, y la lección que de él se desprende:

"Si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros." (1 S. Juan 4:11.)

Aprenda la juventud a hacer de la Palabra de Dios el alimento de su mente y alma. Hágase de la cruz de Cristo la ciencia de toda educación, el centro de toda enseñanza y estudio. Entre en la experiencia diaria de la vida práctica. Así el Salvador vendrá a ser para el joven, su compañero y amigo de cada día. Todo pensamiento será llevado cautivo a la obediencia de Cristo. Con el apóstol Pablo podrá decir entonces el joven:

"Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo." (Gálatas 6:14.)

Un Conocimiento Experimental

Así por medio de la fe el joven llega a conocer a Dios mediante el conocimiento experimental. Probó por sí mismo la realidad de la Palabra de Dios, la verdad de sus promesas. Gustó, y vio que el Señor es bueno.

El amado Juan poseía el conocimiento adquirido por medio de su propia experiencia. Pudo decir:

"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la Vida fue manifestada, y vimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo." (1 S. Juan 1: 1-3.)

Así cada uno puede, por su propia experiencia, afirmar "que Dios es verdadero." (S. Juan 3:33.) Puede dar testimonio de lo que él mismo ha visto, oído y sentido del poder de Cristo. Puede atestiguar:

"Necesitaba ayuda, y la encontré en Jesús. Toda falta fue suplida, el hambre de mi alma quedó satisfecha; la Biblia es para mí la revelación de Cristo. Creo en Jesús porque él es para mí el Salvador divino. Creo en la Biblia porque he encontrado que es la voz de Dios que habla a mi alma."

Una Ayuda en el Estudio de la Naturaleza

El que ha adquirido el conocimiento de Dios y de su Palabra mediante la experiencia personal, está preparado para emprender el estudio de las ciencias naturales. De Cristo está escrito: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres." (S. Juan 1:4.) Antes de caer en pecado, Adán y Eva en el Edén estaban envueltos en clara y hermosa luz, la luz de Dios, que iluminaba todo aquello a lo cual se acercaban. Nada obscurecía su percepción del carácter o de las obras de Dios. Pero cuando cedieron al tentador, la luz se apartó de ellos. Al perder las prendas de santidad, perdieron la luz que hasta entonces había iluminado la naturaleza, y ya no podían leer en ésta con provecho. Ya no podían discernir el carácter de Dios en sus obras. Así también hoy el hombre por sí mismo es incapaz de leer debidamente las enseñanzas de la naturaleza. Si no lo guía la sabiduría divina, el hombre exalta la naturaleza y sus leyes y las sobrepone al Dios de la naturaleza. Por ésto las meras ideas humanas respecto de la ciencia están tan a menudo en contradicción con la enseñanza de la Palabra de Dios. Mas para los que reciben la luz de la vida de Cristo, la naturaleza vuelve a iluminarse. En la luz que brilla desde la cruz podemos interpretar acertadamente la enseñanza de la naturaleza.

Quien conoce a Dios y su Palabra mediante la experiencia personal, tiene fe arraigada en la divinidad de las Sagradas Escrituras. Ha comprobado que la Palabra de Dios es verdad, y sabe que la verdad no puede contradecirse nunca. No aquilata la Biblia por las ideas que los hombres tienen de la ciencia, sino que somete más bien estas ideas a la prueba de la Autoridad Infalible. Sabe que en la ciencia verdadera no puede haber nada contrario a la enseñanza de la Palabra puesto que ambas proceden del mismo Autor; y la verdadera comprensión de ambas demostrará que hay armonía entre ellas. Todo lo que en la llamada enseñanza científica contradiga al testimonio de la Palabra de Dios, no es más que suposición humana.

A quien así estudie, la investigación científica le abrirá dilatados campos de pensamiento y de información. Al contemplar las cosas de la naturaleza obtendrá una nueva percepción de la verdad. El libro de la naturaleza y la Palabra Escrita se iluminan recíprocamente. Ambos hacen que el estudiante conozca mejor a Dios al instruirle acerca de Su carácter y las leyes por medio de las cuales obra.

La Experiencia del Salmista

La experiencia del salmista es la que todos pueden adquirir al recibir la Palabra de Dios por medio de la naturaleza y de la revelación.

Dice:

"Por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras; en las obras de tus manos me gozo." "Jehová, hasta los cielos es tu misericordia; tu verdad hasta las nubes. Tu justicia como los montes de Dios, tus juicios abismo grande . . ¡Cuán ilustre, oh Dios, es tu misericordia! . . Los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas . . Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida: en tu luz veremos la luz." "Bienaventurados los perfectos de camino; los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios,y con todo el corazón le buscan." "¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra." "Escogí el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de mí." "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti." "Y andaré en anchura, porque busqué tus mandamientos." "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley." "Tus testimonios son mis deleites, y mis consejeros." "Mejor me es la ley de tu boca, que millares de oro y plata." "¡Cuánto amo yo tu ley! todo el día es ella mi meditación." "Maravillosos son tus testimonios: por tanto los ha guardado mi alma." "Cánticos me fueron tus estatutos en la mansión de mis peregrinaciones." "Sumamente acendrada es tu palabra; y la ama tu siervo." "El principio de tus palabras alumbra; y eterno es todo juicio de tu justicia." "Viva mi alma y alábete; y tus juicios me ayuden." "Mucha paz tienen los que aman tu ley; y no hay para ellos tropiezo." "Tu salud he esperado, oh Jehová; y tus mandamientos he puesto por obra. Mi alma ha guardado tus testimonios, y helos amado en gran manera." "El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples." "Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos; porque me son eternos. Más que todos mis enseñadores he entendido: porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos." "De tus mandamientos he adquirido inteligencia: por tanto he aborrecido todo camino de mentira . . " "Por heredad he tomado tus testimonios para siempre; porque son el gozo de mi corazón." (Salmos 92: 4; 36: 5 - 9; 119: 1, 2, 9, 30, 11, 45, 18, 24, 72, 97, 129, 54, 140, 160, 175, 165-167, 130, 98-100, 104, 111.)

Revelaciones Más Claras de Dios

Es nuestro privilegio elevarnos más y más en busca de revelaciones más claras del carácter de Dios. Cuando Moisés oró diciendo: "Ruégote que me muestres tu gloria," el Señor no le desatendió, sino que le concedió lo que le pedía. Dios declaró a su siervo: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti." (Éxodo 33: 18-19.)

El pecado entenebrece nuestras mentes y ofusca nuestras percepciones. Cuando el pecado es eliminado de nuestro corazón, la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, que ilumina su Palabra y es reflejada por la naturaleza, declarará en forma más y más cabal que Dios es "misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad." (Éxodo 34:6.)

En su luz veremos luz, hasta que la mente, el corazón y el alma estén transformados a la imagen de su santidad.

Para quienes así se afirman en las divinas seguridades de la Palabra de Dios, hay maravillosas posibilidades. Ante ellos se extienden vastos campos de verdad, vastos recursos de poder. Cosas gloriosas serán reveladas. Se les manifestarán privilegios y deberes que no sospechaban en la Biblia. Cuantos anden por el sendero de la humilde obediencia, cumpliendo el propósito de Dios, sabrán más y más de los oráculos divinos.

Tome el estudiante la Biblia por su guía, permanezca firme en los principios, y entonces podrá aspirar a alcanzar cualquier altura. Todas las filosofías de la naturaleza humana han venido a parar en confusión y vergüenza, siempre que no han reconocido a Dios como el todo en todo. Pero la preciosa fe inspirada por Dios comunica fuerza y nobleza de carácter. Al espaciarse en su bondad, su misericordia y su amor, la percepción de la verdad será cada vez más clara; el deseo de la pureza de corazón y de la claridad de pensamiento será también más elevado y santo. Al morar el alma en la atmósfera pura del pensamiento santo, se transforma por su comunión con Dios mediante el estudio de su Palabra. La verdad es tan amplia, de tanto alcance, tan profunda y tan ancha, que el hombre se anonada. El corazón se enternece y se rinde a la humildad, la bondad y el amor.

Las facultades naturales también se amplían como resultado de la santa obediencia. Por el estudio de la Palabra de Vida los que a él se dedican verán sus mentes dilatarse, elevarse y ennoblecerse. Si, a semejanza de Daniel, son oidores y hacedores de la Palabra de Dios, adelantarán como él adelantó en todos los ramos del saber. Siendo de limpio entendimiento, llegarán a ser hombres de vigorosa inteligencia. Todas las facultades intelectuales se avivarán. Podrán educarse y disciplinarse de tal manera, que cuantos entren en la esfera de su influencia verán lo que puede ser y hacer el hombre cuando se relaciona con el Dios de sabiduría y poder.

La Educación de la Vida Eterna

Nuestro trabajo en esta vida es una preparación para la vida eterna. La educación empezada aquí no se completará en esta vida, sino que ha de continuar por toda la eternidad, progresando siempre, nunca completa. La sabiduría del amor de Dios en el plan de la redención se nos revelará más y más cabalmente. El Salvador, al llevar a sus hijos a las fuentes de aguas vivas, les concederá ricos caudales de conocimiento. Y día tras día las maravillosas obras de Dios, las pruebas de su poder en la creación y el sostenimiento del universo, se manifestarán a la mente en nueva belleza. A la luz que resplandece del trono, desaparecerán los misterios, y el alma se llenará de admiración ante la sencillez de las cosas que nunca antes comprendiera.

Ahora vemos por espejo, obscuramente; mas entonces veremos cara a cara; ahora conocemos en parte; mas entonces conoceremos como somos conocidos.

  

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